Río arriba, por el Duero románico

En esta Ruta, vamos a partir hacia el descubrimiento de los magníficos monumentos que se encuentran en las dos orillas del río Duero, así como de los paisajes y ciudades que los acogen. En un viaje que nos llevará a través de la Historia: a dos reinos que, a partir de mediados del Siglo XI, se engrandecen, de las luchas entre cristianos y musulmanes, de la reconquista de las tierras y plazas fuertes, pero también de una nueva forma de espiritualidad que llega a la Península por la influencia de las Órdenes Religiosas del Sur de Francia.

Es un viaje que comienza por la Historia grabada en gran cantidad y variedad de monumentos- monasterios, iglesias, castillos, memoriales, torres y puentes- que florecen en el Valle de Sousa y del Tâmega, fruto del poder de las grandes familias con fuertes lazos con el nuevo reino que acaba de ser independiente: Portugal. Que continua por Zamora, la Perla del Románico español, donde los templos se multiplican en elegancia y belleza, se detiene en Toro, para apreciar el estilo románico-mudéjar patente en sus iglesias, y en Valladolid, provincia que también contiene valiosas joyas medievales.

En Soria, el viaje prosigue por un interminable rosario de monasterios y encantadoras iglesias rurales, para culminar junto a San Juan de Duero, una de las siete maravillas del románico español.

Porque el románico del Valle de Sousa y del Valle de Tâmega está íntimamente ligado a la fundación de la nacionalidad portuguesa, esta ruta se inicia en Guimarães, la ciudad cuna de la portugalidade. Entre los diversos motivos de interés del centro histórico, clasificado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, no podemos dejar de subir a las almenas del castillo, o entrar en la capilla contigua de San Miguel, templo del Siglo XIII cuya pila de bautismo fue utilizada por Don Afonso Henriques, primer Rey de Portugal.

De aquí seguimos para el sur, por la carretera N101, en dirección a Felgueiras . Un poco antes de la ciudad se encuentra el monasterio de Santa María de Pombeiro, uno de los dos templos benedictinos más importantes del Norte del Duero. El edificio mantiene la imponencia de las épocas pasadas, con dos altas torres a los lados de la iglesia de tres naves. Habiendo sufrido varias restauraciones, de la construcción original conserva los absidiolos y la portada, de gran belleza ornamental.

Ya en el complejo conventual de San Vicente de Sousa queda apenas la Iglesia, de proporciones muy armónicas, y el frontispicio con cuatro arquivoltas magníficamente decoradas. A pesar de haber sido bastante alterada en el siglo XVIII, la Iglesia de Salvador de Unhão, presenta algunos de los mejores capiteles de todo el románico del Norte de Portugal.

En la aldea de Vilar do Torno y Alentém, el patrimonio religioso da lugar a una construcción militar. Construida a final del siglo XIII, la Torre de Vilar es testimonio de la existencia de casas señoriales fortificadas en la región, las domus forti. Podemos subir por las escaleras interiores, antes de seguir para el Monasterio de San Pedro de Ferreira, ya en el Concello de Paços de Ferreira. De gran elegancia, este monumento es ejemplar único del románico portugués, al ser precedido por un nártex de función funeraria. De los túmulos que allí existieron queda un sarcófago y la tapa de una sepultura.
Media hora de viaje por la N319 nos lleva a las puertas de otro monasterio dedicado a San Pedro, ahora en Cête, en el concejo de Paredes. Aunque mantenga sobre todo el estilo gótico con el que fue construido a inicios del siglo XIV, la edificación original es del siglo X. De la iglesia primitiva, de una sola nave, se mantiene el portal del claustro y algunas piedras decoradas. En el interior pueden ser vistas algunas pinturas murales.

A pocos minutos de allí, en Paço de Sousa, Penafiel, el Monasterio del Salvador es considerado un edificio modelo de la forma de construir en la región, bien por los temas decorativos, bien por las técnicas empleadas, que muestran un modo muy característico de esculpir en piedra. Sin embargo su mayor tesoro es un túmulo de Egas Moniz, ayo de D. Afonso Henriqes y protagonista de uno de los más celebres episodios de la Historia de Portugal- cuando puso su vida a manos del rey D. Alfonso VII de León, por la quiebra de la promesa del rey portugués.

En las inmediaciones está situado el Memorial de la Ermida, un tipo de monumento funerario que solo existen seis ejemplares en el país. Se cree que su función estaba relacionada con la colocación de túmulos, evocación de la memoria o paso de cortejos fúnebres- la leyenda dice que este fue uno de los sitios por los que paso el cuerpo de D. Mafalda, hija de D. Sancho I, el camino al Monasterio de Arouca. A la misma D. Mafalda se debe la construcción de la Iglesia de San Gens de Boelhe, pequeño templo rural que destaca por la diversidad de las figuras que adornan sus canecillos.

El patrimonio se extiende a la margen sur del Duero donde los visitantes más curiosos pueden seguir, bien para admirar el Memorial del Sobrado en Castelo de Paiva, la Iglesia de Tarouquela, en Cinfães o el puente medieval de Panchorra, que atraviesa el río Cabrum, en Resende.

En este viaje nos mantenemos en la orilla derecha del Tâmega para una parada junto a la Iglesia de Santo André, en Vila Nova de Quires, con fachadas decoradas con capiteles de motivos vegetales y curiosas ménsulas en forma de cabezas de bóvidos. Partimos después para el Monasterio del Salvador de Travanca, destacable por las dimensiones de la planta de tres naves y por la imponente torre, la más alta de la Edad Media en territorio portugués. En esta misma torre, de perfil militar, la portada destaca de una manera notable por la representación del Agnus Dei.

En Amarante varias razones justifican una estancia más prolongada, desde la gastronomía regional, servida en restaurantes con vistas al río, a paseos por las calles del centro que acaban desembocando junto al puente y la iglesia de San Gonzalo- conjunto que forma la imagen de postal que caracteriza a la ciudad. De aquí podemos partir al descubrimiento de otros monumentos románicos, situados en las inmediaciones. Como la Iglesia de San João Batista de Gatão, que conserva la cabecera románica y un interesante conjunto de pinturas murales datadas en los siglos XV y XVI, o el Castillo de Arnoia, erguido en lo alto de la antigua Terra de Basto. Y además las humildes iglesias dedicadas a Santa María, en las aldeas de Jazente y Gondar.

La Ruta del Románico Atlántico es un proyecto transfronterizo que tiene como objetivo restaurar la valorización del Patrimonio Románico situado en las provincias de Zamora y Salamanca y en las regiones portuguesas de Oporto, Vila Real y Bragança. Quien escoja pasar por Chaves, podrá visitar las iglesias de Outeiro Seco, Granjinha, São João de Montenegro y Santa Leocádia. Ya dentro del Parque Nacional Peneda- Gerês, vale la pena conocer la aldea de Pitões das Júnias, tanto por su extraordinaria localización, como por el paseo hasta el Monasterio de Santa María das Júnias, situado en un lugar aislado y de rara belleza. Otros recorridos de esta ruta pueden ser consultados en Románico Atlántico

El destino siguiente es Bragança, cerca de dos horas de viaje. Rodeado por las murallas de uno de los castillos más bellos del país, se encuentra un monumento singular de la arquitectura civil medieval- la Domus Municipalis. Inicialmente construida como cisterna, se cree que la estructura abovedada superior servia también como Ayuntamiento, cumpliendo la doble función de depósito de agua y lugar de reunión. En una pequeña aldea situada en los alrededores de la ciudad se erige el Monasterio de Castro de Avelãs, el único edifico en estilo románico-mudéjar existente en Portugal. Habiendo sido un poderoso monasterio benedictino, el templo construido en lo característico ladrillo conserva la cabecera semicircular y las ventanas ciegas.

Atravesada la frontera, volvemos a encontrar el Duero, ahora desfilando a los pies de Zamora, también conocida como “capital del románico”, por ser – a la vez que Segovia – la ciudad española con mayor número de monumentos en este período: cuenta con veinte y tres templos construidos en los siglos XI y XII. El más emblemático de todos es la catedral, donde iniciamos el circuito. Vista de lejos, sobresale su alto campanario y el cimborrio de inspiración bizantina, con dieciséis arcos rematados por una original cúpula de escamas. En la fachada sur, donde se abre la Puerta del Obispo, es admirable la articulación de arcadas ciegas, cornisas con arcos, columnas e impostas, en uno de los conjuntos escultóricos más interesantes del románico español. La entrada incluye la visita al Museo Catedralicio con interesantes piezas de arte sacro, incluyendo un Cristo de madera, datado, aproximadamente, en el año 1200.

De líneas elegantes, la iglesia de la Magdalena se mantiene prácticamente inalterada desde el inicio de la construcción, a finales del Siglo XII. El interior sobrio, pero destacando su verticalidad, guarda un túmulo magníficamente esculpido, con baldaquino sustentado por cinco columnas. En el exterior, la portada meridional destaca por la exuberancia de los detalles decorativos, con arquivoltas talladas con motivos vegetales, rematadas por una fila de cabezas humanas.

Hay también que destacar el portal de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva, situada en la Plaza Mayor, de gran belleza y originalidad. Por encima de las arquivoltas decoradas por grandes flores se abre un espléndido rosetón, considerado símbolo de la ciudad.

De aquí podemos bajar a la pintoresca calle de Balborraz hasta la orilla del río, para, poco después, subir en dirección a la Iglesia de Santo Tomé, una de las más antiguas de Zamora. Este templo de origen monástico conserva la cabecera original e interesantes capiteles, donde está representada la adoración de los Reyes Magos. Regresando al centro, nos encontramos con la majestuosa Iglesia de Santiago el Burgo, con planta de tres naves y ábsides planos. En las fachadas sobresale la portada occidental, decorada con curiosos lóbulos. Junto al límite oriental del casco histórico, Santa Maria la Nueva es uno de los templos más primitivos, con una cabecera donde los arcos están sujetos por columnas delicadas.

Además en el centro, el recorrido puede completarse con el paso por las iglesias de San Cipriano, de finales del siglo XI, Santa María de la Horta, con una destacable portada, y San Vicente, que ostenta un notable campanario de seis pisos.

Extramuros, junto al río Duero y sus aceñas, se yergue San Claudio de Olivares, con una extraordinaria portada, donde está representado un calendario agrícola con los labores de los doce meses del año. En el interior, se realzan las figuras de los capiteles, con innumerables representaciones del bestiario medieval – de una pareja de centauros, a grifos y sirenas. Cerca de aquí está Santiago el Viejo, ermita muy antigua, que guarda una compleja iconografía de figuras humanas en posturas enigmáticas.

Existen otros monumentos de relevancia extendidos por la provincia de Zamora, como el Monasterio de San Martín de Castañeda, en el Lago de Sanabria, o las Iglesias de Santa María de Azoague y San Juan del Mercado en Benavente. Uno de los más grandiosos está situado en la Granja de Moreruela, en un escenario campestre increíble. Aunque en ruinas, el Monasterio de Santa María consigue transmitir el esplendor de otros tempos, cuando era uno de los más destacados polos ibéricos de la Orden del Císter. Vale la pena viajar hasta allí para admirar los vestigios de su vieja gloria, sea la cabecera de tres niveles, con siete capillas todavía intactas, o las dependencias monásticas como la sala capitular.

Una opción de pequeña subruta que también se puede realizar en un corto espacio, es la de los Cimborrios del Duero. El Grupo de cimborrios del Duero lo constituyen la Catedral de Zamora, la Catedral Vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro y laCatedral Vieja de Plasencia.
Se caracterizan por poseer cúpulas de influencia francesa y lombarda, adornados con decoración de escamas y de bolas y por haberse construido durante el periodo de transición del Románico al Gótico en los límites geográficos del Reino de León.
A veces reciben también el nombre cimborrios bizantino-leoneses según el nombre ideado por el historiador, Manuel Gómez-Moreno,[1]que observaba similitudes con la decoración de iglesias cristianas de la actual Turquía durante el periodo del Imperio bizantino.
Es cierto que la influencia bizantina es palpable en las catedrales francesas del Perigord y que ésta llegó a través de la presencia de los bizantinos en la Lombardía durante la alta Edad Media. No obstante, hoy en día, dicha filiación se considera rebuscada y se tiende a usar otra de la etiquetas por las que se conoce a estas iglesias.

A partir de Zamora, el viajero puede optar por una ruta que le lleve a explorar tres ciudades clasificadas por la UNESCO como Patrimonio Mundial. De la Vieja Catedral de Salamanca a la particular Iglesia de la Vera Cruz en Segovia, pasando por la imponente muralla medieval que protege Ávila, podemos no solo conocer los tesoros románicos que cada uno de estos centros históricos encierra, sino también las reliquias que se encuentran a sus alrededores.

El viaje prosigue junto al Duero, con parada en Toro para apreciar la colegiata de Santa María la Mayor. El templo impresiona por su dimensión, que la altura del cimborrio acentúa – junto con las catedrales de Salamanca y Zamora, constituye el llamado conjunto de “cimborrios del Duero”, de influencia bizantina. Además de una bella colección de rosetones, no se puede dejar de admirar la elegante portada norte y, en el interior, la extraordinaria Puerta de la Majestad, que mantiene parte de la pintura original y es de un extraordinario virtuosismo escultórico. Clasificada como monumento nacional en 1929, la Iglesia de San Lorenzo el Real, es construida en ladrillo, con las paredes ornamentadas con arcos ciegos, como es propio del románico-mudéjar. Del mismo estilo es San Salvador de los Caballeros, que ahora acoge el Museo de Arte Sacro, donde se muestran esculturas románicas de gran calidad.

Seguimos ahora por Valladolid, una buena base para explorar algunas joyas de la arquitectura medieval en los alrededores. En la ciudad, los vestigios románicos se conservan sobretodo en las torres de varias iglesias, siendo la más esbelta la de Santa María de la Antigua, que sirvió de modelo para el campanario de San Martín, ya en la transición al gótico. A pesar de derruida, la Colegiata de Santa María mantiene la torre de la construcción primitiva, del siglo XI.

Por un periplo por la provincia se encuentra, en los suburbios de la ciudad, la pequeña iglesia parroquial de Arroyo de la Encomienda. Recientemente restaurada, el templo de una sola nave seduce por su simplicidad de las líneas y las curiosas figuras representadas en los capiteles. Urueña, a cincuenta kilómetros, es un lugar que vale la pena visitar. A los pies de la aldea rodeada por una muralla del quinientos – y que acoge diversas librerías y museos, en la que es la primera Villa del Libro de la Península – se sitúa la Ermita de la Anunciada, uno de los templos más antiguos del románico de Castilla y León. Ostentando las características del estilo lombardo, la cabecera, ábside y transepto se yerguen en niveles superpuestos, culminando en un cimborrio octogonal.
El recorrido puede ser completado por el paso por Trigueros del Valle o por Wamba para admirar las respectivas iglesias, buenos ejemplares del románico de Valladolid.

Siguiendo río arriba, atravesamos los paisajes vinícolas de Peñafiel y Aranda del Duero, hasta llegar a tierras sorianas. Junto a Burgos, Palencia y Segovia, Soria posee la más alta concentración de monumentos románicos de España, siendo la mayoría de construcción tardía y de carácter rural. Con un largo rosario de iglesias parroquiales y ermitas diseminadas por las dos márgenes del Duero, es muy probable que en la más pequeña de las aldeas el viajero se encuentre con un extraordinario monumento erguido en la época de la Reconquista.
San Esteban de Gormaz, población que durante varios siglos fue disputada por moros y cristianos, alberga dos iglesias de gran valor. San Miguel fue, probablemente, el primer templo español en incluir una galería porticada, característica que sería replicada en muchas otras iglesias de la región. Las columnas que sustentan este pórtico son adornadas con capiteles y canecillos profusamente decorados; entre ellos se encuentra la figura de un monje que tiene en las manos un libro con la fecha de la construcción: el año de 1081. De edificación posterior, Nuestra Señora del Rivero, presenta muchas semejanzas, tanto en el pórtico como en los motivos ornamentales.

A partir de aquí, varias carreteras conducen a Soria, y en cada una de ellas es posible encontrarse con un admirable monumento románico. Si continuamos por la N-122, Calatañazor es de parada obligatoria, por la atmósfera medieval que se respira en sus calles rodeadas de madera y adobe. En el centro de la aldea, la Iglesia de Santa María del Castillo sufrió varias alteraciones, pero conserva una interesante portada con alfiz siguiendo el estilo musulmán, con tres arcos ciegos encima. A los pies del castillo queda la Ermita de la Soledad, que ostenta una variada colección de canecillos con representaciones de animales y cabezas humanas.

Otra alternativa es seguir para el norte de El Burgo de Osma, en dirección a Ucero, puerta de entrada del Parque Natural del Cañón del río Lobos. En un escenario de gran belleza, entre piedras calcáreas y sabinas, la Ermita de San Bartolomé es un templo de proporciones modestas pero armoniosas, que prácticamente no sufrió alteraciones desde la construcción. Fundada por la Orden de los Templarios, la ermita impresiona sobre todo por la espiritualidad que su localización aislada transmite.

El recorrido más largo nos lleva a través de Almazán, para admirar la Iglesia de San Miguel, situada en la Plaza Mayor. Si en el exterior sobresale el cimborrio octogonal, no se puede prescindir de una visita al interior, para apreciar la magnífica cúpula, decorada con arcos que forman una estrella de ocho puntas, de evidente raíz musulmana. Santa María del Campanario, con cabecera de tres ábsides, y San Vicente, convertido en Centro Cultural, son también de origen románico.

El territorito al sur del Duero guarda también un rico patrimonio medieval, que será pronto descubierto por quien quiera deambular por las aldeas de Caracen, Tiermes, Caltojar y Bordecorex.

Llegamos a Soria, ciudad que alcanzó su pujanza en los siglos de la reconquista y la repoblación castellana- la época de oro del románico. Aquí los monumentos priman por la exuberancia y la originalidad. Es el caso de la magnífica iglesia de Santo Domingo, cuya portada aparece como ejemplar único en todo el arte románico español. Mandada edificar en el siglo XII por el rey Alfonso VIII de Castilla, tiene fachada decorada con dos niveles de arcos ciegos sustentados por columnas, y por un bello rosetón de ocho radios. Pero lo más notable es la portada, que tiene frontón y arquivoltas profusamente ornamentadas. Escenas de la vida de Cristo y de la Creación del Universo están representadas con impresionante detalle, que pocos se resisten a admirar. En el interior, el arte escultórico se manifiesta en capiteles, tallados con figuras de dragones, grifos y leones.

San Juan de Rabaneda posee también detalles singulares, en este caso la decoración del ábside que, en lugar de tener las aperturas habituales, posees relieves con rosetones y motivos geométricos. Habiendo sido reforzada en el período barroco, una restauración a inicios del Siglo XX le devuelve la pureza original. En esta época le fue colocada una bella portada de la Iglesia de San Nicolás, dado que se encontraba en avanzado estado de ruina.

La concatedral de San Pedro comparte la sede episcopal de Soria con el Burgo de Osma, de ahí su denominación. Del pasado románico, el imponente edificio construido en 1520 conserva parte del transepto, la puerta de acceso a la antigua sala capitular y tres alas del claustro, que ostenta un vasto repertorio de motivos en la escultura de los capiteles.

En las inmediaciones de la ciudad, junto al río, hay uno de los lugares más fabulosos de esta ruta, el Monasterio de San Juan de Duero. En el interior de la Iglesia, simple y austero, sobresalen los baldaquinos de piedra adosada a las paredes, cuyos altares fueron dedicados a San Juan Bautista y a la Virgen María. En las columnas están representados los episodios más importantes de sus vidas.

No obstante, por su belleza y misterio, es el claustro que más atrae a los visitantes. Habiendo perdido el tejado, se mantienen los arcos, que se multiplican en una gran variedad y exotismo de estilos. Hay arcos en herradura, arcos ojivales que se entrecruzan, otros que aunque se cruzasen, quedan suspensos en el aire, sin el apoyo de las columnas. Los especialistas se dividen en las explicaciones de su origen, entre la influencia del mundo andaluz de Toledo y Córdoba o la reproducción del modelo del Santo Sepulcro, una vez que el Monasterio fue fundado por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Lo que nadie duda es de la fascinación que ejerce sobre todo aquel que visita este lugar.

Ruta del Románico (PDF)

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